Los griegos tenían razón

Estoy totalmente atrapada por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En realidad en casa no es ninguna novedad, saben bien que cada cuatro año y sin excepción me pasa lo mismo. Soy de las que ve todo y cuando digo todo, es todo; veo la gimnasia, la natación, el levantamiento de pesas y el box, veo el tenis, el ciclismo y el rugby, veo la esgrima, el judo, los clavados, la gimnasia y podría seguir con la lista. Es más, al cierre con la maratón que nos devuelve a las Guerras Médicas he llegado a emocionarme hasta las lágrimas.

Anfora de "los corredores", 530 a.c. Metropolitan Museum, Nueva York
Anfora de «los corredores», 530 a.c. Metropolitan Museum, Nueva York

Es una fascinación que viene de lejos y de algo que extraño de nuestra sociedad pero que siento que aún sigue presente en los Juegos Olímpicos. Porque allá por el siglo VI y V a.c., los griegos hicieron del agon uno de los principios fundamentales de su cultura y así impregnaron con el espíritu agónico a toda la civilización greco-romana. El agon griego, significa competencia, una especie de catarsis que domina y domestica nuestro instinto por vencer para convertirlo en una exhibición de virtudes, talentos y valores, el areté. 

El Discóbolo o lanzador del disco, Mirón, Siglo V a.c. Museo de las Termas, Roma
El Discóbolo o lanzador del disco, Mirón, Siglo V a.c. Museo de las Termas, Roma

Las relaciones entre el agon y el areté, son indisolubles porque solo pueden actuar juntos como un sistema en equilibrio, que hace del ansia de vencer un acto de superación de las virtudes. La literatura y el arte griego están dominados por estas ideas y allí están como prueba los héroes homéricos como Aquiles o Héctor o el Doríforo y el Discóbolo, expresión de armonía y equilibrio entre cuerpo y mente. Sin competencia -sin agon– estamos forzando nuestra naturaleza a ser algo que no es y sin un conjunto de virtudes -sin areté-, perdemos la batalla del instinto sobre la razón.

Michel Phelps celebrando la semana pasada, la medalla de oro en los 200 mts. mariposa.
Michael Phelps celebrando la semana pasada, la medalla de oro en los 200 mts. mariposa.

En tiempos en donde «competir» está mal visto y querer ser «el mejor» es falta de humildad, vale la pena recordar a los griegos y al mismo tiempo ver nadar a Michel Phelps. En él está vivo aquel espíritu agonístico y no en esos videos sensibleros de Facebook que en tono de auto-ayuda nos hablan de que como lo molestaban por las orejas grandes. Es como si hubiéramos perdido el rumbo, confundiendo la causa -el maltrato o la agresión- con el efecto; es como si precisáramos recordar «qué» celebramos cuando Phepls les gana a todos y cuando se gana a sí mismo. Los griegos tenían razón, la respuesta sigue allí, en el difícil y complejo equilibrio del agon y el areté.

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Nora Negrin
7 years ago

Excelente, cono siempre.

7 years ago

Como siempre Emma brillante y comparto tu reflexión!!!
Es un placer leerte.
Saludos.

Alvaro Luis Fornaroli Oxandabarat
7 years ago

Estupendo viaje en el tiempo, revalorización justa de la competencia y digna corona de laureles, único objeto, simple y eterno de la gloria.

ISABEL
7 years ago

Excelente artículo como todas sus intervenciones en Sarandí. Emma es una síntesis de las mejores características de sus padres. Heredó la vocación por la historia de su madre y la de de su padre por el arte.

Sergio Munari
7 years ago

Espectacular y filosófica entrada,querida Emma,porque has sido «irreverente» y has tocado el trasfondo de nuestros males como sociedad,sin ambages ni eufemismos.Es verdad que Aquiles anhelaba que el eco de sus hazañas reverberase en el abismo de la historia,así lograba su eternidad,o incluso los musulmanes creen en una Umma o comunidad que trasciende el corsé temporal,mientras a Occidente ha llegado el descreimiento de un tiempo que todo lo carcome y que hace de nuestros esfuerzos un ahínco estéril.

Raquel Vila
7 years ago

Brillante Ema!!!tal cual, es como sin hubiéramos perdido el rumbo!! Abrazo.Gracias por tanto.