Estoy totalmente atrapada por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En realidad en casa no es ninguna novedad, saben bien que cada cuatro año y sin excepción me pasa lo mismo. Soy de las que ve todo y cuando digo todo, es todo; veo la gimnasia, la natación, el levantamiento de pesas y el box, veo el tenis, el ciclismo y el rugby, veo la esgrima, el judo, los clavados, la gimnasia y podría seguir con la lista. Es más, al cierre con la maratón que nos devuelve a las Guerras Médicas he llegado a emocionarme hasta las lágrimas.

Es una fascinación que viene de lejos y de algo que extraño de nuestra sociedad pero que siento que aún sigue presente en los Juegos Olímpicos. Porque allá por el siglo VI y V a.c., los griegos hicieron del agon uno de los principios fundamentales de su cultura y así impregnaron con el espíritu agónico a toda la civilización greco-romana. El agon griego, significa competencia, una especie de catarsis que domina y domestica nuestro instinto por vencer para convertirlo en una exhibición de virtudes, talentos y valores, el areté.

Las relaciones entre el agon y el areté, son indisolubles porque solo pueden actuar juntos como un sistema en equilibrio, que hace del ansia de vencer un acto de superación de las virtudes. La literatura y el arte griego están dominados por estas ideas y allí están como prueba los héroes homéricos como Aquiles o Héctor o el Doríforo y el Discóbolo, expresión de armonía y equilibrio entre cuerpo y mente. Sin competencia -sin agon– estamos forzando nuestra naturaleza a ser algo que no es y sin un conjunto de virtudes -sin areté-, perdemos la batalla del instinto sobre la razón.

En tiempos en donde “competir” está mal visto y querer ser “el mejor” es falta de humildad, vale la pena recordar a los griegos y al mismo tiempo ver nadar a Michel Phelps. En él está vivo aquel espíritu agonístico y no en esos videos sensibleros de Facebook que en tono de auto-ayuda nos hablan de que como lo molestaban por las orejas grandes. Es como si hubiéramos perdido el rumbo, confundiendo la causa -el maltrato o la agresión- con el efecto; es como si precisáramos recordar “qué” celebramos cuando Phepls les gana a todos y cuando se gana a sí mismo. Los griegos tenían razón, la respuesta sigue allí, en el difícil y complejo equilibrio del agon y el areté.